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viernes, 24 de julio de 2015

Texto: LA POLÍTICA Y EL PODER. Por Juan Esteban Balderrain y Manuel Rey

Módulo 1:  La política y el poder.
Por Juan Esteban Balderrain y Manuel Rey
  Para emprender de manera conjunta este trayecto de formación que nos proponemos es imprescindible compartir la comprensión de un conjunto de conceptos básicos sobre la política que nos permita abrir espacios de análisis y  diálogo. Mediante las actividades prácticas y el trabajo de profundización trataremos de arribar a significados comunes de estos conceptos fundamentales.


Índice del Módulo

Objetivos
Actividad de iniciación
Texto base
·                  La política y el poder
·                  Introducción
·                  Acerca de la Política
·                  Grandes paradigmas del pensamiento político
·                  ¿Qué es un paradigma?
·                  La crisis paradigmática
·                  El paradigma de la Unidad



Objetivos

Al término de este módulo el grupo estará en condiciones de:

·         Tener una compresión básica de los términos política y poder, y del carácter inherente del poder en la política.

·         Identificar diferentes concepciones de política en correspondencia con los distintos paradigmas y distintas visiones del hombre.

·         Reconocer la naturaleza ético - social del hombre y sus posibilidades de transformación de la política.
Actividad de inicio

Del diccionario a la vida:

1 - Individualmente o en parejas definir el término política.

2 – Hacer una recopilación de las definiciones dadas identificando elementos comunes y diferencias.

3 – Expresar que significa la política en la propia vida:

“En mi vida la política significa..... “

Las respuestas a este ejercicio serán insumo importante para el análisis del texto que se ofrece a continuación


Texto base: La política y el poder


 “Mi sueño es que un día los hombres (…)
 se den cuenta de que han sido creados para vivir juntos como hermanos (…);
 (y) que la fraternidad (sea) la palabra de orden del hombre de gobierno”[1].
Martín Luther King

Introducción


Comenzamos aquí a hacer un breve recorrido sobre conceptos fundamentales de la política. El objetivo fundamental es tratar de alcanzar, en la medida que esto sea posible, presupuestos comunes sobre aquellas cuestiones que formarán parte del eje central de la Escuela. Con este objetivo se hace imprescindible partir de un intento de definición del mismo término “política”. Aunque debamos advertir inmediatamente la complejidad de esta tarea  por tres razones fundamentales:

  1. Porque existe una gran diversidad de definiciones posibles del término “política”.

  1. Porque toda definición encierra compromisos teóricos y prácticos que es necesario reconocer y analizar críticamente, (una visión del mundo,  un deseo sobre cómo debería ser la sociedad, una creencia en lo que se debe y no se debe hacer en la política, etc.)

  1. Porque todas estas definiciones responden  a momentos y circunstancias históricas sobre las que pretenden operar. Es necesario entonces reconocer junto a las distintas posiciones, los contextos que les otorgan relevancia y significación.

Decíamos en la introducción a este curso[2] que las dificultades actuales, en el orden internacional, nacional y local, nos ponen frente a la necesidad de un cambio paradigmático en la política. Cambio que implica entre otras cosas la redefinición de conceptos fundamentales, que permitan no sólo superar los problemas vigentes sino definir nuevos horizontes de comprensión de la realidad social.   La política, tal como es entendida en la actualidad, no es la solución sino “parte del problema” y por lo tanto se hace necesario revisar su propia definición.

Nuestra intención es entonces aproximarnos a una caracterización de la política que, reconociendo esta diversidad de puntos de partida, permita construir una concepción común orientada a trabajar por una sociedad más humana y fraterna, superando las divisiones y fragmentaciones del orden social vigente.

 


Acerca de la Política

En el uso común la palabra política contiene tres acepciones:

1.    Conjunto de principios rectores conforme a las cuales se ha de organizar la sociedad. Lo que en términos más precisos podríamos denominar una “Filosofía política”

2.    La política como ciencia.  (ciencia política o politología). Tiene por objeto el estudio científico de los fenómenos relacionados con el fundamento, organización, ejercicio, objetivo y dinámica del poder en la sociedad. Según otros, el estudio de todo lo referente al Estado.

3.    La política como arte o práctica. Aquellas actividades humanas que se realizan con el fin de obtener o ejercitar el poder, lo que permite el mantenimiento, reforma o cambio de un determinado orden de convivencia. Dicho de otro modo, hace referencia tanto al ejercicio efectivo del poder estatal como a las actividades que se realizan para alcanzar, ejercitar y conservar ese poder o incidir en él.


Política y poder

De estas acepciones del término podemos inferir que hay un concepto unificador de los fenómenos estudiados en el campo de la política. La política, como filosofía, ciencia o práctica se ocupa de “el poder”.

La palabra poder puede entenderse de dos modos, ambos significados relevantes para el campo político.

  • Poder entendido como “tener el poder de” significa tener capacidad para hacer algo. Poder moverse, poder  comunicarse, poder alcanzar algo, etc.

  • Poder también quiere decir “tener el poder sobre” y este quizás es el más político de los significados. Tener el poder sobre otro u otros, significa capacidad de que otro u otros hagan algo o dejen de hacerlo. Por múltiples medios – influencia, persuasión, coacción, manipulación - un sujeto con poder obliga a otro a hacer algo u impide que otro u otros hagan una determinada cosa.

Mas allá de las diferentes definiciones de “política” dadas a lo largo de la historia, en todas prevalece esta caracterización del campo político como una relación asimétrica de poder.

En la antigüedad, por ejemplo, Aristóteles distinguía tres formas de poder según de quien fuera el "interés" del ejercicio del poder.

Poder paterno: Es el que ejerce el padre con su hijo, donde dicho poder es ejercido a favor del hijo.

Poder despótico: Es el ejercido por el príncipe sobre los súbditos, y en interés de si mismo.

Poder político: Es el poder que se ejerce en interés de quien gobierna, y de quien es gobernado. Esta situación para Aristóteles sólo se cumple en las formas correctas de gobierno, porque en las formas corruptas se atiende sólo el interés del gobernado o del gobernante.

En la modernidad, en cambio prevalece una distinción de las relaciones de poder no por el interés sino por la "legitimidad", es decir por la razón o motivación por la cual se justifica esa relación de asimetría. Así para Max Weber se puede distinguir:

Poder Legal: Característico de la sociedad moderna, se funda en la creencia en la ley como fuente del poder y que constituyen un aparato administrativo - la burocracia - donde las órdenes son impartidas por aquellos funcionarios dotados de competencias específicas.

Poder Tradicional: Se basa en la creencia del carácter sacro del poder existente "desde siempre". La fuente del poder es “la tradición" y el aparato administrativo es de tipo "Patriarcal", compuesto de "servidores" ligados personalmente al señor.

Poder Carismático: Se basa en la sumisión afectiva a la persona de un jefe que, por su valor ejemplar o potencia del espíritu y del discurso lo distinguen de manera excepcional. Representa “lo nuevo” y por ello tiende a romper vínculos predeterminados (profetas, héroes guerreros, demagogos).

Un autor contemporáneo, Norberto Bobbio, mantiene la misma caracterización del campo político pero distingue el poder, no por interés o tipo de legitimidad, sino por el medio o instrumento por el cual se ejerce. Distingue así:

Poder Económico: es el que utiliza la posesión de ciertos bienes necesarios y que le permiten ejercer coacción.

Poder Ideológico: Se basa en la influencia de las ideas formuladas de cierta manera, emitidas en ciertas circunstancias, por una persona investida de una cierta autoridad.

Poder Político: Se basa en la posesión de los instrumentos a través de los cuales se ejerce la fuerza física (por ejemplo las armas) como último recurso.

Todas estas definiciones comparten la caracterización del campo político pero oculta una profunda diferencia entre ellos que tiene que ver con la finalidad o sentido de la política, esto es, la razón de ser del ejercicio del poder: la responsabilidad de administrar el bien público en vistas a un bien común a todos los miembros de la comunidad. La presencia u ausencia de este fin, y las distintas interpretaciones que ha adquirido esta noción de bien común han conformado distintos concepciones de la política.


Grandes paradigmas del pensamiento político

La primera consecuencia que se desprende de estas caracterizaciones anteriores de la política, es la natural “asimetría” de los sujetos pertenecientes a un campo político. Alguien detenta el poder, por lo tanto otro u otros carecen de él. Esta idea de la asimetría es fundamental, allí reside el nudo de la cuestión. Según cómo se entienda, cómo se justifique, cómo se ejercite y se viva esa asimetría vamos a poder diferenciar distintos paradigmas. O, mejor dicho, vamos a ver la teoría y praxis política expresando distintos paradigmas.

¿Qué es un paradigma?

La palabra paradigma ha sido utilizada de muy diferentes modos y eso hace que no sea de fácil comprensión. Aquí usamos esta palabra con el sentido que ha sido propuesto por Thomas Khun en su obra “La estructura de las revoluciones científicas”. Con este término Khun pretende demostrar que las profundas transformaciones científicas no acontecen por una mera acumulación de conocimientos, ni por una simple sucesión y reemplazo de una teoría por otra, sino que, a partir de una nueva intuición o síntesis acerca de la realidad se pone en evidencia y al mismo tiempo se modifica la compleja trama de relaciones entre teoría y práctica científica, el papel que los componentes subjetivos del científico y el contexto social e histórico en el que trabaja, juegan en la dinámica de la ciencia. En el ejemplo clásico de la revolución copernicana, podemos  advertir  que no se trató simplemente del cambio del geocentrismo por la teoría heliocéntrica, para explicar mejor el comportamiento de los astros, sino que implicó una revolución cultural, una conmoción en la misma concepción de la ciencia, en las prácticas, en las instituciones, y  en las relaciones de poder. La física cuántica, el evolucionismo en la ciencias naturales, el psicoanálisis en las ciencias de la conducta, son todos ejemplos de profundos cambios paradigmáticos en cada una de las disciplinas.
Desde una perspectiva filosófica podríamos describir en grandes trazos la evolución del pensamiento político de occidente también en términos de paradigmas. Podríamos distinguir en primer lugar el paradigma mítico o de la totalidad en contraposición con un  paradigma del logos o de la racionalidad del poder. Obviamente estas categorías son demasiado amplias para dar cuenta de un sinnúmero de matices que la definición de política ha tenido a lo largo de la historia y que han protagonizado períodos importantes de la misma. Pero nos interesa sobre todo distinguir aquellos principios que operan aun hoy en la conformación del campo político.  

Una de las primeras formas de entender y ejercer la asimetría de poder fue la de las culturas míticas.  En ellas el poder era otorgado a un elegido por la divinidad y todos debían subordinarse a él. El individuo debía estar inmerso en una totalidad ordenada por la voluntad divina y su realización consistía justamente en someterse a ella.  Faraones, reyes y caciques de los mas diversos pueblos y culturas  han sido y son presentados como figuras humano-divinas. Estas formas de ejercicio del poder, representativas del paradigma mítico, han perdurado a lo largo de la historia y aun hoy ocupan vastos territorios. Retomando las definiciones dadas al inicio podemos decir que este paradigma se caracteriza por las formas de poder tradicional y carismático, que distingue Weber y por la gran concentración del poder político, económico e ideológico – en la terminología de Bobbio.

Hoy como ayer este paradigma es cuestionado por quienes viven esa asimetría como una amenaza a sus intereses básicos. En algunos casos este reclamo, cuestiona las bases mismas del paradigma. Se genera lo que en términos de Kuhn se denomina “crisis paradigmática”, se discute no sólo quien detenta el poder sino “la razón” por la cual lo detenta. Un claro ejemplo de esto fue el paso de las culturas míticas al helenismo. El paso del feudalismo al surgimiento de los estados modernos pueden ser interpretado del mismo modo.

No siendo lo divino el fundamento del orden político, es decir la justificación de la asimetría ¿qué lo es entonces? Comienza así una tarea de “racionalización” del orden político. La intervención del Logos (razón) para justificar el poder. ¿Quien debe gobernar y por qué? ¿Cómo se debe gobernar? Comienzan a desarrollarse diversas teorías acerca del ordenamiento social, como la República de Platón, la Ciudad de Dios de San Agustín o las proyecciones utópicas del Humanismo con Campanella o Tomás Moro. Las distintas tipologías dadas por Aristóteles, Weber y Bobbio son ejercicios del Logos, de la racionalidad, aplicada al campo político. Toma sentido hablar de la necesidad de una ciencia política.

Quizás una de las consecuencia más importante de este proceso es el inicio de la distinción entre “autoridad” y “poder”. Muchos sujetos pueden ejercer poder sobre otros pero no todos son “autoridad”, es decir, no todos están “autorizados” para hacerlo, no todos pueden “dar razones” valederas por la cuales sustentan el poder. En términos más precisos, no todos tienen “legitimidad” para ejercer el poder. ¿Quiénes la tienen? Aquí surgen distintas respuestas.  Para Platón, debe gobernar el filósofo, único capaz de acceder al conocimiento del bien. Para Hobbes el Estado, mediador entre los conflictos humanos. Para Maquiavelo deberá gobernar el príncipe, a quien habrá que dotar de toda una serie de habilidades y recursos lícitos o no para que sepa mantenerse en el poder. Las respuestas a esta cuestión son innumerables. 

Desde las primeras formulaciones clásicas hasta bien entrada la modernidad, diversos modelos de gobierno tuvieron entonces diferentes justificaciones teóricas que dan cuenta del reemplazo de la fundamentación mítica del poder por la explicación racional. Como consecuencia, la noción de totalidad fue cediendo terreno – aunque de forma mucho más tardía – a favor de quien es el sujeto portador de esa racionalidad: el individuo. En la fundamentación política de la modernidad tardía y de gran parte del mundo contemporáneo, prevalece una misma concepción antropológica del individuo que afirma su autonomía en el ejercicio de su racionalidad. Sin embargo, el excesivo énfasis puesto en el individuo dio como consecuencia una visión atomizada del hombre, que compite y lucha con los demás y que necesita de la coacción externa de un poder que lo controle con el fin de preservar la paz social y un determinado orden.

Esto se ve reflejado en dos definiciones de política, emblemáticas de este paradigma. La de Maquiavelo, para quien la política es el arte de la acceder al poder y permanecer en él” y la de Bobbio: la política es el arte de la administración de los conflictos”.

 

La crisis paradigmática

Una de las consecuencias positivas que tuvo el énfasis puesto en el individuo fue el reconocimiento de la dignidad de la persona  frente a los pensamientos totalitarios de los períodos anteriores. Esto se ve reflejado por ejemplo en el surgimiento de la doctrina de los Derechos Humanos y en las democracias como forma de organización política. Pero estos mismos logros señalan también los límites de este paradigma, porque si bien los derechos están declarados y hay democracias presentes en una cantidad importante de países, persisten fuertes condiciones de desigualdad y de injusticia, que hacen que estos logros no se puedan llevar plenamente a la práctica. Constituyen así verdaderas “anomalías” del paradigma, que reclaman cambiar las “relaciones de poder” tanto en las pequeñas comunidades como a  nivel internacional. 

Centraremos la atención ahora en aquellos síntomas específicamente políticos de la crisis, que señalan serios cuestionamientos a las democracias existentes. El primero es el fenómeno de concentración del poder, que viene derivado de la concentración de las riquezas – poder sin autoridad - que se verifica tanto en el orden internacional, como en el orden nacional y local.

La segunda es la crisis de la democracia, un problema generalizado en el mundo que se presenta con ribetes trágicos en algunos países de la región. Crisis que se manifiesta por la precariedad de dos de los principios básicos de la democracia: la representación y la participación.

En la ciudadanía prevalece un sentimiento de distanciamiento de la dirigencia política, y hasta una sospecha de conductas “corporativas” por parte de esta. Se percibe a los políticos como grupo organizado para defender sus intereses, encerrado en su propia lógica de acceso y permanencia en el poder. En este contexto nadie se siente representado por nadie y se desalienta toda posible participación que no sea la insubordinación, cuando se tocan los intereses básicos. El poder ha perdido “autoridad”, se ha deslegitimado. 

Como contrapartida se registra un verdadero déficit de participación en la mayoría de las democracias de nuestra región. Déficit que se explica por la pérdida de sentido de la comunidad política, pero también por poderosos procesos de exclusión política, económica y cultural que afectan a sectores importantes de la población.



En estos países la presencia del estado es irregular. En partes de su territorio y en amplios sectores de la sociedad,1 estos estados no pueden asegurar el imperio de la ley ni la vigencia de los derechos ciudadanos. El acceso a los servicios básicos del bienestar, están distribuidos con gran desigualdad. Las diferencias en los niveles de acceso a la educación generan, entre las personas, diferentes capacidades de influir en los acontecimientos o decisiones políticas Así las desigualdades sociales se convierten en desigualdades políticas. Un recolector de yerba mate en Misiones, un peón de estancia en Corrientes o un esquilador de ovejas en Santa Cruz tienen los mismos derechos políticos que un habitante de las principales capitales de nuestro país, pero tienen muy distintas posibilidades de ejercerlos por las diferencias de formación y de información que poseen, por las diferencias en las posibilidades de expresar su opinión y de hacerse escuchar, por los condicionamientos o presiones de índole económica o social. Estas desventajas son fuertes desalientos a la participación política democrática.

A su vez, los ciudadanos tienen también obligaciones con el estado para la preservación de la cohesión social. No participar de las elecciones y evadir los impuestos debilita al estado. Así se genera un circulo vicioso por el cual un estado débil para generar las condiciones de la participación hace que la participación sea menor y, como consecuencia, se deblita más el estado. Ciudadanía y estado tienen, por tanto, un conjunto mutuo de obligaciones para la preservación de la democracia. Cuando estas obligaciones no se cumplen, se afecta la posibilidad misma de construcción de una comunidad política.

Sumergidos en esta crisis se hace necesario revisar las bases del paradigma y en particular la concepción del hombre que subyace en él. Así como la economía moderna ha concebido al hombre solamente como un maximizador de utilidades, la ciencia política moderna lo ha definido como un ambicioso sin limites, una voluntad insaciable de poder. Es la exacerbación de la idea del individuo, la que desdibuja la conciencia de pertenencia a una realidad social y política común

El viejo lema emblemático del movimiento revolucionario francés: “Libertad, igualdad, fraternidad” vuelve a interpelarnos. Este ideal implicaba iguales garantías personales para ejercer los derechos, un sentido de solidaridad social y el reconocimiento de todos los individuos como ciudadanos en una sociedad de iguales. De los tres principios, numerosos países lograron aplicar, en determinados campos, la libertad o la igualdad. Pero estas aplicaciones, al ser parciales, generaron profundas desigualdades o negaciones de la libertad. Esto, como veremos en los módulos siguientes, se debió, entre otros factores, al “olvido de la fraternidad”, que fue más declamada que puesta en práctica.

El paradigma de la Unidad


En el año 1994, Adam Biela decano en la Universidad de Lublin, en ocasión de otorgar a Chiara Lubich el doctorado honoris causa, dijo que Lubich genera una una corriente de pensamiento y espiritualidad que demanda un giro “giro copernicano” en las ciencias sociales”. ¿En que consiste este cambio? Frente a la visión restringida y egoísta del individuo que prevalece en las ciencias sociales modernas – incluida como hemos visto la política - Lubich nos dice: “el hombre es capaz de amar”. Aún más, la naturaleza más intima del hombre no es individualidad sino relación, vinculo. Por lo tanto en el hombre no sólo hay egoísmo, autorinterés, sino también capacidad de donación, y de reciprocidad. Capacidad de generar un “nosotros” sin perder de vista la propia identidad. Comprender lo humano es comprender su unidad en la diversidad, su diversidad en la unidad. Esto  tiene profundas implicancias en el campo político, poniendo de relieve un principio que expresa la posibilidad y el modo de armonizar la idea de totalidad común y de individualidad: la fraternidad.

El pensamiento de Chiara Lubich viene al encuentro de una realidad epocal que con distintas voces y desde distintas tradiciones y perspectivas señala esta necesidad de superación del individualismo y de Unidad de la familia humana. El Dalai Lama escribía a propósito de los acontecimientos del 11 de septiembre en los Estados Unidos: “Para nosotros las razones ( de esos sucesos) son evidentes (…) No tenemos presente las verdades humanas más básicas (…) Todos somos uno. Este es un mensaje que la raza humana no tuvo en cuenta. El olvido de esta verdad es la única causa del odio y de la guerra”.

La fraternidad es el principio básico de la cohesión, del sentido de pertenencia a lo común. La posibilidad de conjugar libertad e igualdad. Para poner en practica este principio es imprescindible ejercer las cualidades más específicamente humanas como la donación, el sentir con los demás, y la creatividad. Como verdadero cambio paradigmático, el principio de fraternidad tiene consecuencias inmediatas en los contenidos, en los procedimientos y en el fin de la acción política.

En relación con el contenido lo  que define al principio de Fraternidad es la superación de la asimetría propia del campo político por la “mutua donación de poder”. Implica por ejemplo cambiar los vapuleados principios de delegación y representación en la democracias modernas por el de reciprocidad entre elector y elegido, entre gobierno y ciudadanos. La representación exige que el otro represente mis intereses. Desde la reciprocidad la primera donación la hace el ciudadano cuando elige con su voto – da su cuota de poder - al elegido. Este, obligado por ese acto inicial, debe darle poder al ciudadano. El voto da poder para que el votado a su vez de poder al elector. El contenido de la acción política: es “empoderar” al ciudadano, en particular a aquel que menos poder tiene. Se empodera al ciudadano cuando se generan las condiciones de posibilidad para su participación, no solamente a través de instrumentos formales (asambleas, elecciones, plebiscitos), sino dándole educación, salud, vivienda, posibilidades de organización, esto es generando las condiciones para que esa participación sea efectiva.

El método del paradigma de la fraternidad se encuentra claramente definido por el concepto de "diálogo". Pero un diálogo profundo, un diálogo en serio. No un mero intercambio de opiniones o de posiciones tomadas. Significa en primer lugar reconocer que el otro es un hermano, y como tal tiene que tener la posibilidad de expresar aquello que dice, que piensa y que cree. Noam Chomsky  dice que "la primera forma de violencia, la primera forma de terrorismo, es no considerar al otro un interlocutor válido". El otro, cualquiera sea su opinión, cualquiera sea su historia, cualquiera sea su compromiso político, su lugar, merece ser considerado antes que nada mi hermano y merece ser escuchado. Esta es la base fundamental del diálogo, esto es diálogo en serio.

En segundo lugar debemos observar que el diálogo no es un fin en sí mismo. El fin de la acción política es la fraternidad, es avanzar hacia una sociedad de hermanos. Por lo tanto el diálogo debe estar supeditado a ese fin. El dialogo es verdadero dialogo si como consecuencia del el deviene una sociedad más fraterna. Por lo tanto no sirve un mero consenso que traiga como consecuencia la exclusión de un sector importante de la población. El diálogo fraterno es aquel que tiene como consecuencia un proyecto político de inclusión de todos en la posibilidad de diálogo.

Entender y ejercer la política desde el paradigma de la fraternidad requiere un arte. No se improvisa, es un ejercicio arduo. Este es el sentido de esta Escuela de Formación Social y Política para Jóvenes. Experimentar que es cierta la posibilidad de ser hermanos. Que es cierta la posibilidad de construir diálogos de calidad. Que es cierta la posibilidad de comprometerse con la realidad y transformarla. Volver a creer que podemos cambiar la realidad, no sólo a pesar de la política sino justamente a través de ella.


Guía de trabajo grupal
1 – Confrontar las definiciones dadas al inicio con las analizadas en el texto. Señalar similitudes y diferencias.

Distribuidos en tres grupos, cada uno de ellos trabajará sobre uno de los paradigmas presentados respondiendo a las siguientes preguntas:

1 -  Identificar en el ámbito local, nacional o internacional formas de ejercicio del poder correspondientes al paradigma.

2 – Identificar aspecto positivos y negativos de de la vigencia de este paradigma en el contexto elegido.


Trabajo de profundización

1 - Comentario del texto “Política” de Norberto Bobbio

2 - Comentario del texto “La vocación política” de Max Weber.

3 - Comentario del film “Gandhi” de Richard Attemborough

Encontrarán las guías de análisis en el apartado documentos Módulo 1 del


[1] M.Luther King, discurso durante una manifestación interracial, Washington, agosto de 1963
[2] Ver cuadernillo de presentación

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